Cuenta
la leyenda que, luego matar a su esposa y a sus hijos en un ataque de
locura, la necesidad de redimirse llevó a Hércules a consultar al
oráculo de Delfos. Allí le fue indicado que debía llevar a cabo
los trabajos que le indicara Euristeo, quien, por cierto, usurpaba su
trono. Doce labores titánicas fueron resueltas así, una tras otra,
por Hércules, con extremo esfuerzo.
No
muy distinta parece la labor que les espera a los gobernantes y a las
sociedades luego de la loca pandemia que nos asuela, aunque ni el
impacto diferencial en los distintos grupos, ni los problemas
específicos de cada país permiten elaborar agendas conjuntas.
En
esos debates, un oráculo de la revista francesa Alternatives
Economiques, Céline Mouzon, plantea que la crisis viral sirve de
banco de prueba para ocho soluciones a grandes problemas
contemporáneos. Lo interesante del artículo es que juega a la vez
con los daños causados
por el Covid-19, pero sin perder de vista que éstos se engarzan con
problemas en muchos casos preexistentes. Además, las improvisadas
medidas para moderar el impacto del Covid imponen algunos cambios que
están lejos de ser transitorios.
Varios
de los ensayos resultan de particular interés, pues abren debates
largamente postergados en la economía y en la sociedad de Argentina,
dominada desde hace tiempo por un discurso neoliberal que impregna el
sentido común e ipide avanzar en la búsqueda de soluciones de
fondo. Es que el discurso resulta siempre una herramienta fundamental
para construir poder y sentido común. Y el discurso y sus canales ha
sido dominado por muy pocos en las últimas cinco décadas.
Desgranemos
entonces algunos problemas enunciados por la delfina y tamicémolos
por nuestra propia realidad. La idea de esta nota es abrir algunos
debates, no plantear soluciones. Pues precísamente ese es el desafío
el que Argentina de las últimas décadas más se debe.
1.
El citado artículo comienza instando a reestablecer el impuesto
solidario sobre la riqueza. Leído desde Argentina, dos
hercúleos problemas se desprenden de tal propuesta. El primero,
común a buena parte del orbe, es la reflexión sobre quién asumirá
a largo plazo los costos sociales de las medidas adoptadas. ¿Seguirán
ajustándose los salarios, como ocurre casi sistemáticamente desde
los años 70? ¿O
ha llegado el momento de que el 1% de la población que concentra el
50% de la riqueza, que ha incrementado sin parar su fortuna desde
aquél momento y que rara vez tributa a la par del 99% restante sea,
por una vez, llamado a caja?
Para
Argentina, un gran debate obturado de las últimas décadas es el de
una profunda reforma tributaria cuya base de sustentación sea la
riqueza. Porque, seamos claros, se habla siempre de la pobreza, pero
ésta es sólo la contracara de la riqueza. No discutamos entonces
sólo como operar sobre uno de los polos de la relación, sino sobre
el conjunto del problema. Por una vez, tematicemos también la
riqueza.
2.
El artículo prosigue con la necesidad de condonar las
deudas. Los estados nacionales y los organismos multinacionales
como el Banco Central Europeo afrontaron el desafío eliminando los
topes al endeudamiento. El dilema de los próximos años
en Europa es un torniquete de austeridad para que la población
“devuelva” rápidamente la ayuda o reestructurar las deudas con
mecanismos de condonación que impidan volver a caer en la depresión.
Para
Argentina, la reestructuración de la deuda es capital. Pero la deuda
no es sólo del Estado. ¿Que
hacer con la deuda privada al Estado? ¿Que
hacer cuando Vicentín le debe Fortunas al Banco Nación, le debe a
los productores que le proveen la soja, le debe una declaración de
impuestos verídica a la AFIP y le debe salarios y condiciones de
trabajo dignas a sus empleados? Esas deudas deben ser honradas,
aunque a las elites eso les cueste un fuga de capitales!
3.
El viejo helicóptero de Friedman, esa máquina que hacía
llover dinero, fue puesto en funcionamiento masivamente en todo el
mundo. Lo curioso es que, lejos estuvo de provocar un colapso
hiperinflacionario. Por el contrario, buena parte del mundo sigue
luchando contra tendencias depresivas y deflacionarias, a pesar del
incremento en la cantidad de dinero.
Pero
el incremento de la masa monetaria abre la discusión de problemas
muy caros a la Argentina: la forma de distribuir ese dinero, la
estructura del mercado financiero, la dolarización/pesificación de
la economía local y los mecanismos de generación y transmisión de
la inflación, más allá de la cantidad de moneda. La inflación
“viejo vizcacha”, del pícaro especulador de poca o de gran
monta, uno de los males de Argentina, debe ser urgentemente
problematizado. Y, de la misma forma, en el debate no puede estar
ausente el rol del Banco Central y el control del sector bancario
local.
4.
La movilización del ahorro generado durante la pandemia
desvela a europeos y norteamericanos. En general, la baja correlación
entre el ahorro y la inversión productiva es un rasgo sobresaliente
del neoliberalismo y no sólo desde la pandemia.
Para
Argentina el debate fundamental es, más bien, la retención del
ahorro en el país. Históricamente, el país sufrió una sangría
constante del excedente generado internamente. La fuga de capitales,
las inversiones financieras en el exterior, los enormes pagos de
intereses, regalías, servicios del capital extranjero y el turismo
emisivo no son un problema de hoy, pues nos remontan al menos hasta
el siglo XIX. ¿Pero cómo
resolverlo? La experiencia histórica muestra que no es un problema
de falta de alternativas rentables o exceso de impuestos. La enorme
desigualdad en la distribución del ingreso es una muestra cabal de
ello. Por el contrario, las épocas en las que se impuso un control
de cambios técnicamente bien estructurado (a veces incluso propuesto
y ejecutado por economistas liberales de la elite, como Federico
Pinedo) dejaron en claro que no puede prescindirse de tal
herramienta. Y luego, un programa de desarrollo de las fuerzas
productivas debe canalizar el ahorro retenido hacia las actividades
prioritarias.
5.
Otra tarea hercúlea es hoy el cobrarle impuestos a las firmas
transnacionales. Especialmente en la economía de plataforma, la
prestación de determinados servicios y los flujos de dinero se
dislocan espacialmente. Empresas como Uber no necesitan tener una
filial en un determinado país para operar. Pero si carecen de una
base espacial, es dificil cobrarle impuestos. Esto genera una enorme
disparidad y distorsión en el tratamiento a empresas locales,
multinacionales “tradicionales” y plataformas. Recuperar el poder
del Estado sirve, entre otras cosas, para lograr acuerdos con otros
estados que permitan establecer pautas claras y equitativas de
tributación. En esta materia, Argentina es parte de un debate más
amplio.
6.
Muchas empresas saldrán de la pandemia arrastrando una gran
crisis interna y su supervivencia estará supeditada a la asistencia
del Estado. ¿Qué
criterios deben establecerse? Lo que en Francia se perfila como un
debate áspero, en Argentina es un problema concreto. ¿Con
qué criterio debe el Estado ayudar a empresas que distribuyen
masivamente beneficios, tienen enormes fortunas en paraísos
fiscales, golpean sobre salarios y empleo y aumentan desmedidamente
los precios? Está claro que si el Estado, con un celebrado criterio
social, ayuda a empresas en peligro, debe exigir el mismo criterio
social por parte de los asistidos, medible en parámetros concretos
que no deben soslayarse. La AUH exige vacunación y vuelta al cole.
La asistencia a empresas en crisis no debería ser diferente.
7.
El mundo del trabajo cambia aceleradamente. La crisis del
Covid, sin embargo, deja experiencias altamente contradictorias.
¿Exige la recuperación
un esfuerzo adicional para compensar las pérdidas? ¿O
la experiencia de un trabajo más racional, más asociado a criterios
sociales y ambientales y al avance de nuevas tecnologías nos coloca
en el momento justo para una drástica reducción de la jornada de
trabajo?
Para
Argentina, el combo exige reflexionar sobre el enorme desempleo que
se venía gestando desde 2015 y que con el Covid se incrementó
drásticamente. Exige pensar también la distribución funcional del
ingreso. Exige, en fin, resolver la endémica precariedad laboral.
8.
¿Un ingreso
básico universal? En el debate europeo, la cuestión de la renta
básica universal juega un papel muy relevante. Muchos analistas
insisten en la idea de que un ancla como la RBU permite sortear
shocks externos y crisis manteniendo una estabilidad relativa mucho
mayor. Eso, además de que quien tiene vocación de pintor puede por
fin realizarse.
Sin
embargo, también es cierto que un justificativo para la introducción
de una RBU es la distribución regresiva del ingreso y los problemas
de empleo. En última instancia, la RBU vendría a compensar de
manera muy débil los problemas del sistema. Si esto es así, el
debate debería virar hacia la necesidad de un cambio profundo del
sistema, y no la introducción de paliativos como la RBU. Eso,
independiéntemente del modelo que se utilice para su financiación.
9.
Hasta allí el oráculo. Pero
los debates europeos y franceses no agotan la paleta de temas
que, hacia adelante, deberá resolver Argentina. Entre ellos, aparece
la necesidad de retomar el proceso de industrialización. Y
allí el debate, curiosamente, se parece mucho a algunos desafíos
que el avance chino le plantea a los países desarrollados: la
conveniencia (o no) de establecer prioridades sectoriales
específicas, al estilo de las viejas “industrias
industrializantes” de las que hablaba el economista francés Gerard
De Bernis en los años
70. Nos ocuparemos de esa discusión próximamente en este blog.
10.
La transformación de la estructura productiva exige también
revisar los criterios con los que se establece la relación con el
ambiente. El modelo extractivista que ha tendido a
predominar como base productiva está dejando una terrible secuela
ambiental, cuya reversión, en el mejor de los casos, llevará
décadas. Los laxos criterios de minería a cielo abierto o a cajón
cerrado con fracking, las fumigaciones masivas con agroquímicos, la
emisión de gases sin control son la punta visible de un iceberg
contra el que ya hemos chocado. ¿Pero
cuál es el camino de salida de ese modelo?
Por
supuesto, el despliegue planificado de otras prioridades es parte de
la solución. Pero, paralelamente, un control más estricto del
respeto a las normas y una internalización de los costos ambientales
y sociales (por ejemplo con un impuesto a los agroquímicos) son
caminos perentorios.
11.
La pandemia volvió a mostrar por enésima vez con crudeza la
precaria condición de las viviendas de una porción
considerable de la población. La cuestión no es nueva. Desde los
toldos de cuero de la pampa del siglo XVIII a los conventillos del
siglo XIX o a las villas que se desplegaron a comientos del siglo XX,
una parte de la población vive en condiciones inaceptables. El
desafío en este terreno condensa como ninguno los cambios
simultáneos que debe transitar el país.
La
cuestión de la vivienda no se resuelve sin abordar el empleo, la
distribución del ingreso y la precariedad. No se resuelve tampoco
sin un programa de viviendas masivo. No se resuelve sin una
transformación espacial del aparato productivo que desconcentre
parte de la población. Pero esto abre también el desafío de un
nuevo sistema de transportes.
¿Debe
un programa de viviendas servir de palanca a la concentración de la
producción de materiales, de empresas constructoras y de
inmobiliarias? ¿O es
preciso, por el contrario, encontrar nuevas formas de trabajo
colectivo por fuera de los parámetros del mercado? ¿Es,
al estilo de la última propuesta de Eric Wright, el inicio de un
desmonjae del capitalismo?
Finalmente,
el problema de la vivienda no se resuelve sin desanudar el mercado
financiero y romper con la economía financiarizada especulativa. El
dólar no es ajeno a la crisis habitacional.
12.
Finalmente, la pandemia nos abrió la caja de pandora de un nuevo
modelo educativo, científico y tecnológico. A tientas,
Argentina se enfrenta a los desafíos de una digitalización de la
educación con una población que no tiene un acceso masivo a
herramientas digitales. El descuido estructural en la formación
docente, los salarios magros y la infraestructura deficiente chocan
contra la necesidad creciente de una educación acorde a las
necesidades de un modelo de desarrollo acelerado. La ciencia y la
tecnología se debaten entre la falta estructural de recursos, los
desafíos concretos y la demanda creciente de articulación con los
sectores productivos.
Visto
en conjunto, el camino por delante parece más complejo que sostener
el mundo, ocuparse de las yeguas de Diómedes o
capturar al can Cerbero. Sin embargo, la crisis derivada del
Coronavirus ha separado las aguas con mayor claridad, mientras
polarizaba todavía más las fuerzas de los diferentes sectores
sociales. En ese particular contexto, el planteo de los debates de
fondo resulta, paradójicamente más sencillo. Lo que no hace mas
fácil las soluciones.
Hola Andrés, es muy interesante lo que planteás y quizás sirva para ordenar el debate. Personalmente espero que, al menos, se ponga sobre la mesa el sentido que tiene, por un lado, el Estado como motor de la economía y, por otro, la implementación o no de determinados impuestos (con respecto a esto último creo que su finalidad es la de redistribuir riqueza y también la orientación de las inversiones).
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