La prensa está siguiendo con atención las negociaciones del gobierno argentino con la banca privada. Mientras tanto, pasa desapercibida otra negociación clave, que se desarrolla en el Club de París. ¿Qué está ocurriendo allí? En ese foro, los problemas no son menores: Algunas informaciones de primera fuente que ha recibido este blog darían cuenta de una posición general extremadamente dura por parte de algunos de los integrantes del bloque acreedor. Algunas diferencias internas, sin embargo, dejan la puerta abierta a un mínima chance.
Argentina
negocia sus deudas de manera simultánea en distintos frentes. Los dos espacios
más significativos por los montos involucrados son los que involucran a los
acreedores privados y al Fondo Monetario Internacional. En ninguno de los dos
casos se esperan acuerdos sencillos o rápidos.
A la
sombra de ambos frentes, se abrió recientemente un tercer foro, con el Club de
París. Se trata, para quienes aún no han tenido aún el gusto, de un club de
acreedores gubernamentales con sede en la “ciudad luz”, que se creó en 1956
para renegociar la deuda que Argentina mantenía con varios estados y que, desde
entonces, coordina las acciones de los acreedores oficiales.
Ya
en una reunión privada a comienzos de este año el Ministro Guzmán había
recalcado su intención de rediscutir el acuerdo alcanzado con el Club en 2014.
No se trataba de un problema de montos, pues la deuda esta cancelada en una
gran parte. Lo que molestaba era la cláusula que grava con un 9% de interés al
saldo restante a partir de este año. De nuevo, no es la cantidad la cuestión
urticante, sino el precedente que asienta para las negociaciones en otros
frentes el mantener esa tasa de interés frente a acreedores oficiales.
Educando al soberano
Así
fue que hace pocos días el gobierno pidió retomar las negociaciones, con la
expectativa de que la reducida magnitud de los pasivos permitiera un rápido y
ventajoso acuerdo. Con ese precedente en el bolsillo, se tendría un respaldo
político importante -aunque no concluyente- para las negociaciones principales.
Sin
embargo, las esperanzas del Palacio de Hacienda no parecen encontrar por el
momento eco en las contrapartes. Algunas informaciones de primera fuente que ha
recibido este blog darían cuenta de una posición general extremadamente dura
por parte de algunos de los integrantes del bloque acreedor. Algunas
diferencias internas, sin embargo, dejan la puerta abierta a un mínima chance.
Es
que tres de los países más grandes verían con moderado interés (en dos casos) o
prescindencia (en el restante), la reapertura de las negociaciones. A ellos se
les contrapone un ala mucho más dura, incluso en países que no tienen
acreencias en Argentina. Para estos últimos, las condiciones para abrir las
negociaciones no estarían cumplidas. El país debería renegociar primero con los
acreedores privados y con el FMI. Un acuerdo con el Fondo debería contemplar un
programa monitoreado que introdujera reformas estructurales sustantivas,
incluyendo apertura, equilibrio fiscal austero, mayor transparencia y combate
contra la corrupción. Ese cambio de conducta sería el paso necesario.
Con
una lectura al menos curiosa y bastante alejada de los hechos reales de las
últimas dos décadas, algún representante del Club deslizó que, a título
personal, pretendía ver un cambio de conducta por parte de un gobierno que, según su opinión,
estría presto a cometer los mismos errores del anterior gobierno peronista, es
decir no honrar sus créditos y corromperse. Esa perspectiva se complementa con
la visión de que el cristalino gobierno de Macri habría intentado promover las
reformas adecuadas, pero habría sido bloqueado por la oposición que hoy está en
el gobierno. Queda flotando la pregunta sobre cómo la deuda argentina se redujo
de mas del 100% del PBI a menos del 30% entre 2002 y 2015. De la misma forma,
cabría preguntarse por qué Macri recibió tan jugosos créditos aunque la
oposición bloqueara las reformas, si estas son condición ineludible sólo para
sentarse a la mesa.
Y entonces que hacer?
Frente
a ese tipo de aseveraciones es muy difícil pensar en una solución; incluso en
una negociación. Pero en última instancia todo se resume en estrategias y
política. En ese sentido, algunos canales pueden abrirse y torcer el rumbo.
El
FMI ha planteado en sus últimos informes sobre Argentina una clara duda sobre
la sustentabilidad de la deuda. La posición de la línea política del Fondo es
la de alentar acuerdos de renegociacion entre el país y los acreedores. Es, por
una parte, una posición claramente especulativa. Siendo su principal acreedor,
la expectativa de cobrar crece si los demás refinancian. La línea mas técnica
también ve con preocupación el crecimiento del fenómeno del endeudamiento y el
amontonamiento de cesaciones de pago recientes. Una crisis de la deuda es hoy
una posibilidad mucho más concreta, incluso que en 2008. Si un deudor grande,
como Argentina, se declara en bancarrota, la crisis se volverá aún más
palpable. También el Covid-19 impulsó dentro del Fondo acciones concretas de
reestructuración y apoyo, aunque aún limitadas a pequeños deudores. Pero eso
abre una nueva puerta.
También
algunos grupos de economistas, entre ellos uno motorizado por el Premio Nobel
Joseph Stiglitz se han manifestado claramente a favor de la renegociación de
una deuda que es a todas luces impagable. Si bien sus apelaciones se centran en
los acreedores privados y en FMI, el sayo le cabe también al Club de París.
Algunas
organizaciones no gubernamentales europeas iniciaron informalmente contacto con
gobiernos de aquél continente, tratando de ofrecer su expertise y su
capacidad de mediación para que las negociaciones con el Club de París lleguen
a buen puerto. Si bien tratan de articular con representantes argentinos y del
club, una acción directa sobre los gobiernos y una campaña mediática podría ser
una alternativa interesante.
Especial
importancia podría tener en este contexto el gobierno alemán. Sin acreencias
significativas y con una línea ministerial de extracción socialdemócrata en el
sector de finanzas, su influencia podría marcar la diferencia frente a las
posiciones más conservadoras que regían antaño. El carácter de primus inter pares de Alemania podría
inclinar la balanza, si se negociara adecuadamente.
Algunos
miembros del Club manifestaron recientemente su interés por conocer cómo actuará
China en las reestructuraciones de deuda. El país asiático se ha convertido en
un nuevo actor de peso en las finanzas internacionales, pero aún no se ha
estrenado en estas lides. Por eso, otros actores desean tener un caso testigo
que de pautas a futuro. Aunque en principio Argentina no tiene a dicho país
como un acreedor inmediato de gran porte, no sería descabellado intentar
sumarlo para generar ese caso testigo. La estrategia, algo arriesgada,
aflojaría en el Club una parte de las resistencias.
Todo
esto, naturalmente, no tiene relevancia alguna si la propia Argentina no
endurece sus posiciones. La estrategia moderada y realista frente a los
acreedores privados dejó, por ahora al menos, un sabor amargo. Justamente la
moderación impide abrir un compás negociador, pues no se ha dejado margen para
mejoras que no impliquen problemas fiscales y económicos serios. Tampoco se ha
recurrido aún a una investigación sobre la legalidad de la deuda. Si una
negociación razonable podría evitar, como en 2005, ese ríspido camino, sería
hora de comenzar a tomar en serio la posibilidad de auditar los fondos y la
conformidad a derecho de los contratos, incluyendo el acuerdo con el FMI.
No
faltan, pues, herramientas y mecanismos de presión para resolver la cuestión.
Aunque se parte de una posición de debilidad, el contexto internacional puede
terminar conduciendo a un puerto razonablemente bueno. A condición de que se
maneje el timón con precisión quirúrgica.
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