miércoles, 6 de mayo de 2020

¿Y con el Club de París como andamos?







La prensa está siguiendo con atención las negociaciones del gobierno argentino con la banca privada. Mientras tanto, pasa desapercibida otra negociación clave, que se desarrolla en el Club de París. ¿Qué está ocurriendo allí? En ese foro, los problemas no son menores: Algunas informaciones de primera fuente que ha recibido este blog darían cuenta de una posición general extremadamente dura por parte de algunos de los integrantes del bloque acreedor. Algunas diferencias internas, sin embargo, dejan la puerta abierta a un mínima chance.


 


Argentina negocia sus deudas de manera simultánea en distintos frentes. Los dos espacios más significativos por los montos involucrados son los que involucran a los acreedores privados y al Fondo Monetario Internacional. En ninguno de los dos casos se esperan acuerdos sencillos o rápidos.

A la sombra de ambos frentes, se abrió recientemente un tercer foro, con el Club de París. Se trata, para quienes aún no han tenido aún el gusto, de un club de acreedores gubernamentales con sede en la “ciudad luz”, que se creó en 1956 para renegociar la deuda que Argentina mantenía con varios estados y que, desde entonces, coordina las acciones de los acreedores oficiales.

Ya en una reunión privada a comienzos de este año el Ministro Guzmán había recalcado su intención de rediscutir el acuerdo alcanzado con el Club en 2014. No se trataba de un problema de montos, pues la deuda esta cancelada en una gran parte. Lo que molestaba era la cláusula que grava con un 9% de interés al saldo restante a partir de este año. De nuevo, no es la cantidad la cuestión urticante, sino el precedente que asienta para las negociaciones en otros frentes el mantener esa tasa de interés frente a acreedores oficiales.

 

Educando al soberano

Así fue que hace pocos días el gobierno pidió retomar las negociaciones, con la expectativa de que la reducida magnitud de los pasivos permitiera un rápido y ventajoso acuerdo. Con ese precedente en el bolsillo, se tendría un respaldo político importante -aunque no concluyente- para las negociaciones principales.

Sin embargo, las esperanzas del Palacio de Hacienda no parecen encontrar por el momento eco en las contrapartes. Algunas informaciones de primera fuente que ha recibido este blog darían cuenta de una posición general extremadamente dura por parte de algunos de los integrantes del bloque acreedor. Algunas diferencias internas, sin embargo, dejan la puerta abierta a un mínima chance.

Es que tres de los países más grandes verían con moderado interés (en dos casos) o prescindencia (en el restante), la reapertura de las negociaciones. A ellos se les contrapone un ala mucho más dura, incluso en países que no tienen acreencias en Argentina. Para estos últimos, las condiciones para abrir las negociaciones no estarían cumplidas. El país debería renegociar primero con los acreedores privados y con el FMI. Un acuerdo con el Fondo debería contemplar un programa monitoreado que introdujera reformas estructurales sustantivas, incluyendo apertura, equilibrio fiscal austero, mayor transparencia y combate contra la corrupción. Ese cambio de conducta sería el paso necesario.

Con una lectura al menos curiosa y bastante alejada de los hechos reales de las últimas dos décadas, algún representante del Club deslizó que, a título personal, pretendía ver un cambio de conducta por  parte de un gobierno que, según su opinión, estría presto a cometer los mismos errores del anterior gobierno peronista, es decir no honrar sus créditos y corromperse. Esa perspectiva se complementa con la visión de que el cristalino gobierno de Macri habría intentado promover las reformas adecuadas, pero habría sido bloqueado por la oposición que hoy está en el gobierno. Queda flotando la pregunta sobre cómo la deuda argentina se redujo de mas del 100% del PBI a menos del 30% entre 2002 y 2015. De la misma forma, cabría preguntarse por qué Macri recibió tan jugosos créditos aunque la oposición bloqueara las reformas, si estas son condición ineludible sólo para sentarse a la mesa.

 

Y entonces que hacer?

Frente a ese tipo de aseveraciones es muy difícil pensar en una solución; incluso en una negociación. Pero en última instancia todo se resume en estrategias y política. En ese sentido, algunos canales pueden abrirse y torcer el rumbo.

El FMI ha planteado en sus últimos informes sobre Argentina una clara duda sobre la sustentabilidad de la deuda. La posición de la línea política del Fondo es la de alentar acuerdos de renegociacion entre el país y los acreedores. Es, por una parte, una posición claramente especulativa. Siendo su principal acreedor, la expectativa de cobrar crece si los demás refinancian. La línea mas técnica también ve con preocupación el crecimiento del fenómeno del endeudamiento y el amontonamiento de cesaciones de pago recientes. Una crisis de la deuda es hoy una posibilidad mucho más concreta, incluso que en 2008. Si un deudor grande, como Argentina, se declara en bancarrota, la crisis se volverá aún más palpable. También el Covid-19 impulsó dentro del Fondo acciones concretas de reestructuración y apoyo, aunque aún limitadas a pequeños deudores. Pero eso abre una nueva puerta.

También algunos grupos de economistas, entre ellos uno motorizado por el Premio Nobel Joseph Stiglitz se han manifestado claramente a favor de la renegociación de una deuda que es a todas luces impagable. Si bien sus apelaciones se centran en los acreedores privados y en FMI, el sayo le cabe también al Club de París.

Algunas organizaciones no gubernamentales europeas iniciaron informalmente contacto con gobiernos de aquél continente, tratando de ofrecer su expertise y su capacidad de mediación para que las negociaciones con el Club de París lleguen a buen puerto. Si bien tratan de articular con representantes argentinos y del club, una acción directa sobre los gobiernos y una campaña mediática podría ser una alternativa interesante.

Especial importancia podría tener en este contexto el gobierno alemán. Sin acreencias significativas y con una línea ministerial de extracción socialdemócrata en el sector de finanzas, su influencia podría marcar la diferencia frente a las posiciones más conservadoras que regían antaño. El carácter de primus inter pares de Alemania podría inclinar la balanza, si se negociara adecuadamente.

Algunos miembros del Club manifestaron recientemente su interés por conocer cómo actuará China en las reestructuraciones de deuda. El país asiático se ha convertido en un nuevo actor de peso en las finanzas internacionales, pero aún no se ha estrenado en estas lides. Por eso, otros actores desean tener un caso testigo que de pautas a futuro. Aunque en principio Argentina no tiene a dicho país como un acreedor inmediato de gran porte, no sería descabellado intentar sumarlo para generar ese caso testigo. La estrategia, algo arriesgada, aflojaría en el Club una parte de las resistencias.

Todo esto, naturalmente, no tiene relevancia alguna si la propia Argentina no endurece sus posiciones. La estrategia moderada y realista frente a los acreedores privados dejó, por ahora al menos, un sabor amargo. Justamente la moderación impide abrir un compás negociador, pues no se ha dejado margen para mejoras que no impliquen problemas fiscales y económicos serios. Tampoco se ha recurrido aún a una investigación sobre la legalidad de la deuda. Si una negociación razonable podría evitar, como en 2005, ese ríspido camino, sería hora de comenzar a tomar en serio la posibilidad de auditar los fondos y la conformidad a derecho de los contratos, incluyendo el acuerdo con el FMI.

No faltan, pues, herramientas y mecanismos de presión para resolver la cuestión. Aunque se parte de una posición de debilidad, el contexto internacional puede terminar conduciendo a un puerto razonablemente bueno. A condición de que se maneje el timón con precisión quirúrgica.


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